domingo







-Esperé-


Tanto que esperé.
Esperé a que fueras la llave de mi jaula, y me liberaras,
sin saber que serias el candado que en verdad me apresara.
Esperé que fueras la marca que formara la risa que provocaras en mí,
sin saber que te convertirías en el rastro que mis lagrimas dejasen al caer.
Esperé que fueras la emoción que presionara mi corazón a tu llegada,
sin saber que te volverías en el nudo de amargura que apretara mi alma

Esperé…
Tanto esperé…
Que esperé que fueras el susurro de aliento que en tiempos malos me compadeciera,
sin saber que serias el vivo silencio que, al no estar, me acompañara en tu ausencia.

Espere ser para ti una razón por la cual odiaras tu soledad,
sin saber que me convertiría en el motivo por el cual la amaras,
tanto esperé…

Esperé que aquel cariño que empezaba a nacer se convirtiera en amor,
sin saber que terminaría convirtiéndose en algo más que rencor.
Esperé poder sentir algo más para ahora escribirlo,
sabiendo que nada más queda por decir.

viernes







-No era mi intención-



¡Lo siento!, ¡perdona!, ¡disculpa!;
que el ver la fachada te haya llevado a pensar que el interior era igual,
que aquella tranquilidad que denotaba el entorno, no reinara de igual forma en sus adentros.

¿Te decepcioné?
No era mi intención.
Porque soy así.

Pensabas que al abrir la puerta encontrarías luz y encontraste oscuridad,
que al pasar por debajo de aquel marco responderías a tus preguntas
y encontraste más dudas y más misterios.
Y pensar que aun así, con esa incertidumbre que provocan las dudas del querer saber que pienso,
no te hicieron desistir,
por ironía, las hiciste tus aliadas,
se volvieron contra mi, me hicieron temer, también dudar, y hasta quererte…

quererte…, y quererte con temor,
eso fue lo que provocó que mis manos se dedicaran a estrangular aquello que empezaba a nacer.
Porque me niego a querer,
porque el querer conlleva un sufrimiento, soy cobarde en mis adentros,

¡¿es que no ves?!,
que esas paredes de concreto que yacen por fuera, se vuelven de cartón por dentro,
no acepto el involucrarme así, sabiendo que los resultados no pueden ser buenos para mi.
¡No! ¡Jamás!
Tendré que conformarme con el haber querido hacer y no haberme atrevido...

-Mientes-

Me da tanta pena ver como me mientes;
en mis ojos, en mis oídos, en mi cara, como le mientes a mis sentidos,
Cómo mientes! Como mientes a mis instintos,
me da tanta pena…

…Y no es el hecho de que mientas lo que me da pena, no,
no es la forma en que crees que soy muy crédula o muy tonta,
me da pena verte a ti hacerlo, sabiendo yo, que no es cierto aquello.


Me da tanta pena que gastes tu tiempo haciéndome creer que aquello es cierto,
porque lo siento en la piel, en los ojos, en mis oídos, en todos mis sentidos.


Y mis instintos, que me alertan,
me dan la certeza que tu no consigues formar en mi.


Me da tanta pena ver como todo aquello en que te esmeras,
sea solo una pieza más que formara aquella pirámide que te solía levantar y que con las otras, se caerá...

- Deja-


…Simplemente sentarme y mirar hacia allá, al final,
donde todo aparenta terminar, donde parecería que se cortaran los dos mantos de este planeta.

Deja que me trague el silencio, que las letras de las palabras se destruyan unas a las otras, evitando así quebrantarlo.


Deja que me crea pluma de las alas de aquella ave que pase libre sobre aquella masa de agua, que fascina, que enamora, que intimida, que te vuelve insignificante al compararte con su tamaño y lo que guarda.


Deja que solo sea su ruido el susurro que se atreva a quebrantar el silencio que enmudece mi voz.

Simplemente nada, absolutamente nada, ninguna cosa o ser más que ese gran manto, puede tranquilizar mis adentros.


Solo en él puedo confiar a ojos cerrados y arrojarle mi sentir, y dejar que con el mismo vaivén se los lleve, porque con tal seguridad sabré que los devolverá transformados en serenidad, en aquella tranquilidad que antes arroje en tormenta, y solo puede prestarme su horizonte.

Solo esa masa inmensa, magnifica, azul a mi vista, sabrá que decirme para alentar mis temores. En su suavidad noto su consejo, y su fuerza me lleva a la obediencia. Mi ser no esta en mi, se encuentra en sus profundidades.

Entonces, simplemente, no te empeñes en volverte mar y sacarme mis penares, no podrás, puesto que es único. Confórmate ahora con volverte parte de aquel silencio, de aquella brisa, de aquellas alas, porque a fin de cuentas el único que decidirá por ambos es él...